ESPECIAL | Ronnie Peterson, la estrella que se convirtió en leyenda

Ronnie Peterson lo tenía todo para convertirse en campeón del mundo de Fórmula 1. Sin embargo, como muchos otros en la historia de la competición, se topó con un destino que interrumpiría de manera abrupta su meteórica progresión. Nacido en Obrero, Suecia, el 14 de febrero de 1944, Peterson fue uno de los emblemas del gran circo en la década de los setenta.
El público lo adoraba, y su manera de conducir y comportarse sobre la pista recordaban a otro héroe indiscutible de aquella época, Gilles Villeneuve. Ronnie destacaba por su agresividad. Pilotar al límite era su única forma de entender las carreras, su verdadera pasión. Ya en el karting despuntó, así como en F3 y F2, donde conquistó los campeonatos europeos.
Aterrizó en la Fórmula 1 con un palmarés envidiable en las categorías de promoción, con el aura de quien podía ser un nombre importante de la parrilla. Su potencial no tardó en ser evidente. Tras su primera campaña en 1970, en el modesto equipo Antique Automobiles Racing Team, un año después dio el salto a March como compañero de Niki Lauda.
Peterson firmó una temporada soberbia, rubricada con un subcampeonato y nada menos que cinco podios en once carreras. Estaba llamado a la gloria, solamente necesitaba disponer de una máquina puntera. En 1973 recaló en Lotus, equipo histórico pese a que no atravesaba su mejor momento. La escudería británica fue su hogar durante cuatro temporadas, hasta 1976, en las que logró ocho victorias acompañadas por grandes actuaciones que ponían de manifiesto su tremenda valía como competidor.
Después de dos temporadas alejado de los objetivos importantes, en los equipos March y Tyrrell, Peterson regresó a Lotus en 1978 acompañando a Mario Andretti, que a la postre se proclamaría campeón de aquella campaña. El sueco no gozaba del estatus del americano en el seno de la estructura y debió resignarse a ejercer un rol secundario, aunque eso no le impidió hacerse con las carreras de Sudáfrica y Austria.
En Italia fue cuando ocurrió el desastre. Una salida caótica puso el Gran Premio patas arriba. Más de una docena de monoplazas protagonizaron un tremendo accidente en el trazado de Monza, convertido en un infierno absoluto. Peterson no pudo esquivar los coches que se encontró en el camino y su Lotus golpeó violentamente las protecciones. El piloto fue presa de las llamas que envolvían su vehículo.
Una bola de fuego ponía a Ronnie en una situación límite de la que varios compañeros se percataron, entre ellos James Hunt, Patrick Depailler y Clay Regazzoni, quienes intentaron sacarlo de su habitáculo. El sueco quedó tendido en el suelo, con las piernas destrozadas y quemaduras en sus brazos, pero aparentemente a salvo.
Fue operado de urgencia en el hospital, sin que se temiese por su vida. Sin embargo, durante la noche su estado empeoró drásticamente, sufriendo una embolia grasienta que acabó obstruyendo sus pulmones. Falleció a las 10 de la mañana del 11 de septiembre de 1978. La Fórmula 1 fue golpeada con una durísima pérdida, la de una de sus estrellas que perdió la vida a la corta edad de 34 años persiguiendo un sueño. Paradójicamente la de 1978 fue su mejor campaña. Finalizó subcampeón, por detrás de su compañero Andretti.