ESPECIAL | Felipe Massa, campeón por unos segundos

Pocos pilotos han estado tan cerca de conseguir el campeonato del mundo de Fórmula 1 como Felipe Massa. Cuando cruzó la línea de meta en primera posición en el Gran Premio de Brasil de 2008, la corona era suya. Su familia y equipo ya celebraban el triunfo, pero el destino tenía preparado un cruel cambio de guion, un desenlace tan dramático como inesperado.

Los seguidores brasileños que abarrotaban las gradas del circuito de Sao Paulo despertaron del sueño con un mazazo. Ayrton Senna no tendría un relevo brasileño en el trono de la máxima categoría del automovilismo. 2008 fue, con mucha diferencia, la mejor temporada de Massa. Nacido en Sao Paulo, el 25 de abril de 1981, debutó en la Fórmula 1 en 2002, al volante de un modesto Sauber. Sus primeros años fueron discretos, aunque fue dejando pinceladas de talento con frecuencia.

Massa demostró ser un piloto rápido y agresivo, alguien a tener en cuenta de cara al futuro. Eso mismo pensó la dirección de Ferrari, que confió en él como sucesor de su compatriota Rubens Barrichello. Felipe logró el anhelo de todo piloto al incorporarse al equipo más laureado y emblemático de la parrilla. Su rol estaba claro desde el primer segundo: ser el escudero del macho alfa, Michael Schumacher.

La misión de Massa sería ayudar al alemán a recuperar el campeonato que perdió en 2005. Ferrari y Schumacher, la dupla que dominó con mano de hierro el inicio del siglo XXI, tenían entre ceja y ceja regresar a la cima de la que fueron expulsados por Fernando Alonso y Renault.

Felipe cumplió con creces con el papel que se le asignó. No causó problemas en el seno de la escudería roja, mantuvo una fantástica relación con su jefe de filas y rindió sobre la pista, logrando su primera victoria en Turquía tras una excelsa actuación y un segundo triunfo en Brasil, su hogar, en la última prueba de la temporada. Después de esa carrera Schumacher abandonó la Fórmula 1 sin su tan ansiado octavo campeonato. La intensa batalla de 2006 recaló en las manos de Alonso, ya bicampeón.

En 2007 Massa fue un actor secundario en la dramática película que ofreció la Fórmula 1. Obtuvo tres victorias, la mitad que su nuevo compañero de garaje, Kimi Raikkonen, quien se proclamó campeón in extremis en Brasil. El finlandés demostró tener más calidad que el brasileño, más temple y madera de campeón. Nadie discutía la velocidad de Felipe, pero parecía condenado a ser el eterno segundón, una nueva versión de Barrichello.

Llegamos, así, al año clave, el punto de inflexión en la carrera de Massa. En 2008 se despojó de todas sus dudas y decidió dejar atrás la maldición del escudero. Quería la luz de los focos, ser el protagonista de la historia. Ferrari le dio una buena herramienta para alcanzar su propósito, y un desdibujado e intermitente Raikkonen también allanó el camino del de Sao Paolo.

Durante todo el año Massa lideró las aspiraciones de Ferrari, fue su punta de lanza. El brasileño y Hamilton llegaron a la carrera decisiva, la de Brasil, con cinco triunfos cada uno. Al británico le bastaba con finalizar quinto para ser campeón, mientras que el héroe local debía vencer. No tenía alternativa.

Massa hizo los deberes. Ganó en su casa con solvencia por segundo año consecutivo, y lo que es más importante, a falta de unas pocas curvas para ver la bandera a cuadros, Hamilton rodaba sexto, atascado tras la estela de Timo Glock. En Ferrari estaban listos para descorchar el champagne.

El padre de Felipe, Luis Antonio, saltaba emocionado, abrazándose con familiares y amigos. Pero en un segundo todo cambió. El sueño se convirtió en pesadilla. La imprevisibilidad de la Fórmula 1 hizo acto de presencia en su forma más salvaje. Luis Antonio se percató de una realidad que arrojó un jarro de agua congelada sobre su felicidad, ahora convertida en inmensa tristeza.

Hamilton hizo lo imposible adelantando a Glock en la última curva. Su quinto puesto le otorgaba el título. Massa lo tuvo en la mano y vio cómo se desvaneció en un segundo. Lo que pasa es que un segundo en la Fórmula 1 es un mundo, un abismo que puede cambiar vidas y reescribir la historia. En el podio Massa dio una lección y se ganó el respeto de todos. Ocupó el primer cajón sin poder contener las lágrimas, apesadumbrado, enormemente dolido y decepcionado, pero orgulloso y con la cabeza bien alta, tocándose varias veces su corazón roto.

Con él lloraron todos sus compatriotas, sus conciudadanos de Sao Paulo que sintieron la derrota en su propia piel. Aquella fue la undécima y última victoria de Massa, el campeón de la temporada 2008 sólo por unos segundos.

¡Buscamos redactores!

¿Te gustaría escribir con nosotros y ser parte de este equipo que cada día va a más? Si quieres más información, pincha aquí.

Suscríbase a
Notificarle
guest

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

0 Comentarios
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios