ESPECIAL | Leyton House, una pequeña estrella fugaz

Seguramente si a cualquier aficionado de la Fórmula 1 que lleve siguiendo la competición desde los años 90 le enseñas una fotografía del Leyton House, lo reconocerá a la primera. Todo y pese a que la trayectoria del equipo fue fugaz, sólo dos temporadas. Pero fue la "cuna", en la que se forjó una de las leyendas de la ingeniería del motorsport, y más concretamente de la Fórmula 1, ni más ni menos que Adrian Newey.
Para ser más exactos, fueron March y Leyton House esos primeros patios de juegos del creador Newey. Esto es así porque Leyton House resultaría de la compra de March por parte de Akira Akagi. El señor Akagi era el jefe de la inmobiliaria que dio nombre al equipo y efectuó la compra de March en el año 1990, este fue el comienzo del equipo.
Aunque por así decirlo, los mimbres ya estaban constituidos y fue más cambiar el nombre al equipo March que otra cosa. Adrian Newey ya figuraba como director técnico cuando la escudería renació bajo el nombre de Leyton House. Un equipo de diseño sin ideas preconcebidas, con ganas de innovar y bajo la tutela del genio Newey, quien empezaría a forjarse como uno de los mejores y más innovadores diseñadores de la Fórmula 1.
El estreno del CG901, nomenclatura del primer coche de Leyton House, fue un completo desastre. El equipo arrastraba problemas de diseño del monoplaza que resultaron venir sobrevenidas del túnel de viento. Cuando detectaron los fallos, rápidamente trabajaron en ello y la introducción de un nuevo paquete de suelo y difusor revolucionó para bien el rendimiento del coche.
Tanto fue así que, aquel equipo humilde lograría el podio, y casi la victoria, en el Gran Premio de Francia de 1990 en Le Castellet, a manos de Ivan Capelli. Un equipo de la zona baja, con presupuesto muy limitado consiguiendo en podio. Una utopía, y más en aquellos años, pero hecha realidad. Nada es casual ni milagroso y aquí tampoco lo era.
El genio de Adrian Newey ya empezaba a hacer sus primeras proezas, incluso con un equipo pequeño. Para el ingeniero, Leyton House siempre será un equipo especial. Junto a March, fueron los equipos en los que empezó a desarrollar unas ideas que, sin duda, perfeccionaría y multiplicaría en Williams, McLaren y Red Bull con éxitos legendarios.
Aquel Leyton House recogía detalles innovadores para la época que ofrecían mucho rendimiento al coche y eran puro sello Newey. Un monoplaza con un diseño liviano, apurado en sus lineas, dando mucha importancia al difusor, al suelo... Newey inteligentemente vio que la aerodinámica era la única baza que podían jugar ante equipos con motores mucha más potentes.
Pese al podio en Francia y algunos resultados aceptables, incluyendo un par de séptimos, octavos y un sexto puesto, algunos viejos problemas del monoplaza no terminaban de arreglarse. A esto se sumó algo que significa muerte segura en Fórmula 1, los problemas económicos. Akira Akagi, dueño del equipo arrastraba problemas financieros y el equipo se vio tocado.
Por si fuera poco, habían perdido a su estrella, que no era otro que su director técnico y quien se encargaba de las lineas maestras del diseño del coche, Adrian Newey. Akagi se molestó con Newey porque este no quería que montaran los motores Porsche. Estos, eran poco competitivos para sustituir al propulsor Judd y el ingeniero británico prefería que se hicieran con los motores Ilmor.
Leyton House acabó 1990 séptimo en constructores. Ivan Capelli con su segundo puesto en Francia lograría el mayor logro del equipo. Por su parte, Mauricio Gugelmin lograría un sexto puesto en Bélgica como mejor puesto personal. Para el año 1991, Leyton House repetía dupla de pilotos con Capelli y Gugelmin.
El CG911 estaría propulsado por el motor Ilmor y desgraciadamente para ellos, ya no contaban con Newey. Un sexto y tres séptimos puestos fueron los máximos logros en aquel año. Al final de la temporada, la formación fue recomprada por March. Leyton House siempre quedará en la memoria como una de las cunas de Newey y por ser un equipo con un diseño de monoplaza innovador.
Un equipo humilde que quién sabe hasta donde podría haber llegado si no hubieran habido problemas económicos y si no hubieran perdido a Newey. Pero los aficionados a la Fórmula 1 siempre lo tendrán con cariño en la memoria por todo ello y, por su preciosa decoración, una de las más bonitas del primer lustro de los 90.